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Séptima experiencia: Su viaje por este mundo es el camino hacia la santidad

9/7/2021

1 Comentario

 
Un riachuelo que fluye entre las rocas
Imagen de Naanouh Productions
Todos los hombres están dotados de oídos, pero son pocos los que oyen. Entre los que oyen son pocos los que comprenden. También, entre los que entienden y comprenden, muy pocos son los que viven conforme a lo que han entendido. Pocos son los que avanzan hacia el Reino y la puerta es estrecha.

Escuchen, comprendan y den testimonio. Presten oído a la voz del Señor. Comprendan la verdad y den testimonio de ella. Vívanla. Guarden silencio para poder oír y para escuchar la voz del Señor. Pero procuren que lo que oyen no sean los ecos de sus propios pensamientos y que no se escuchen sino a sí mismos. Despójense de sus pensamientos y dejen que les purifique la palabra de Dios, suprimiendo lo que la palabra elimine y escribiendo de nuevo lo que se tiene que escribir de nuevo.

El hombre es parte de un todo. Esta parte debe escuchar el todo, como una gota de agua en el río. La gota no puede ser un río aun si contuviera todo lo que comprende el río, mas éste está formado de tantas gotas de agua en que todas siguen el mismo curso. Una gota de agua en un conjunto forma un río; pero fuera del conjunto no es más que una gota. Presten oído a este proceso del universo del que ustedes son parte.
​
Verán que todo el universo está en un peregrinaje hacia el corazón del Padre, como la corriente del río hacia el mar. No se permitan estar fuera de este movimiento. La gota de agua que se sale de su curso no podrá nunca desembocar en el mar.

Escuchen y entiendan la verdad. Déjenla penetrar hasta el fondo del alma. Rompan todas las capas de cortezas y pulvericen todo el resto en donde el mundo les envolvió, hasta el punto de ocultarles y apartarles de la faz de Dios. Sean humildes y alejen todo pensamiento que les impida escuchar Su voz, aun si algunos de aquellos les hayan concebido y formado. Escuchen con humildad. Que su corazón sea maleable y libre su mente. Escuchar sin humildad ni arrepentimiento es como el eco que se pierde por los valles. Por más que sea potente, la montaña se queda montaña, el valle no deja de ser valle, ni la piedra deja de ser piedra. Escuchen humildemente, entiendan la verdad con profundidad y den testimonio con valentía.

Escuchen de tal modo que entiendan y sepan, y vivan según la verdad que han conocido. No basta con conocer el camino para poder llegar. Hay que caminar por él.
Dios les ha iluminado las páginas; pero ustedes son los que han de leer. Dios les alumbrará el camino, pero son ustedes los que han de caminar por él. El que trepa, sube usando sus pies; y el que baja, usando sus pies baja.

Y a donde lleguen, son los pies los que los llevan. Estén siempre atentos, y examínense a cada instante. Rehagan sus cálculos todos los días, cambien su vida y renuévenla. Si escuchan humildemente, oirán y comprenderán la verdad, y ella les hará libres. Libérense de las cuerdas que les atan: sus pensamientos, sus propias creencias y sus ilusiones les encadenan como las sogas que inmovilizan a los barcos en el muelle. Una embarcación en un muelle está asegurada por cuerdas que proporcionan seguridad, pero sin permitirles navegar. Dejen que la palabra de Dios les desate y rompa, una por una, las cuerdas, aunque tengan que sufrir. No se estanquen en sus ilusiones y en sus pensamientos, aunque les den descanso y seguridad.

Toda seguridad es ilusión si no está cimentada en la paz de Cristo; y es engaño el descanso lejos del corazón de Dios. No teman ser libres del muelle y zarpar del puerto. Dejen que Dios les libere, que Su palabra les oriente, y Su Espíritu sea el que infle sus velas. Así llegarán a la ribera de la luz. El propósito del barco es atravesar los mares, no quedarse estancado en el puerto. Para que un navío pueda navegar lejos, en alta mar, es menester desatar todas las amarras, y si queda incluso una sola cuerda que lo amarre, entonces el barco permanecerá en el puerto.

Conserven sólo las cuerdas que sirven para amarrar sus velas, junto con los lazos del amor y de la comunión con sus hermanos, los hombres. Su viaje por este mundo es un camino hacia la santidad. La santidad es una transformación continua de lo material hacia aquello que ilumina.

Recen para escuchar; recen para comprender y recen para vivir su fe, practicándola y dando testimonio de ella. Oren para transformarse en luz. Escuchen orando, comprendan la verdad con la oración, vivan y den testimonio con oración. Que toda su vida sea oración y servicio. Si oran sin servir, reducirán la Cruz de Cristo a un tronco de leña en sus vidas; y si sirven sin orar, a los que han servido es solamente a ustedes mismos. Oren en su alcoba, con su familia y con su comunidad eclesial. Oren en la intimidad de su alcoba al Señor para salvaguardar su alma y abrir su mente al misterio de Dios. Oren en familia para protegerla y encerrarla en el corazón de la Santa Trinidad. Recen con la comunidad eclesial para preservar su Iglesia y acercarse al reino de Dios. Su tiempo de oración particular les meterá en el corazón de Dios; su oración en el seno de la familia les colocará en los brazos de la Santa Trinidad y las oraciones de la comunidad en el corazón de la Iglesia les reafirmará en el cuerpo de Cristo.

El hombre que ora vive el misterio de la existencia, mientras que el que no ora, apenas si existe. Ejercítense en el silencio; el tipo de silencio que es atento, viviente, y que está lejos de ser el silencio de la nada. Ejercítense en el silencio, practiquen la caridad, maduren en la santidad. Escuchen para oír. Humíllense para comprender. Tengan valor y fe para testimoniar, y amen para ser santificados.
1 Comentario
Miguel Morales Amador
8/21/2024 05:28:08 pm

Amén 🙏 Amén 🙏 Amén 🙏

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