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Octava experiencia: Su meta es la santidad

9/7/2021

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Estatua de San Chárbel en la entrada del Monasterio de Annaya en el Líbano
Estatua de San Chárbel en la entrada del Monasterio de Annaya en el Líbano. Imagen de Naanouh Productions
La meta de ustedes es la santidad, y la perfección en el amor es su fin supremo. No se detengan en el medio que trae la santificación y la adoración. No hagan de los medios un fin, ni del fin un medio.

No conviertan a los medios en un fin, ni tampoco al fin en un medio.  No hagan de los medios de santificación su meta y objetivo, y no permitan que la santidad sea su medio para otros fines. La oración está para santificarles; no la santifiquen a ella. El ayuno sirve para fortalecerles; no hagan del ayuno un dios. La mortificación existe para purificarles, pero no adoren la mortificación. Sus himnos están para glorificar a Dios, mas no glorifiquen a sus himnos. No reemplacen a Cristo con hablar acerca de Él, pues entonces estarían adorando a sus propias palabras; y no reemplacen a la verdad con expresiones que la transmiten, pues entonces aquellas expresiones de ustedes se convertirían en “la verdad”. Una palabra no es nunca más importante que la idea que expresa y la idea jamás es más importante que la verdad que se esté pensando. Una caja fuerte no es nunca más importante que el tesoro que guarda, y un cáliz no es jamás tan importante como el vino. El tabernáculo no es nunca más importante que el pan, y la custodia no es jamás más importante que la hostia.

El Cristianismo no es una religión, ni tampoco un templo; no se trata de un libro ni de un lugar de adoración. El Cristianismo es la Persona de Jesucristo Mismo. El espejo que refleja la luz no es la luz. Distingan entre la luz y los espejos que la reflejan.

No presten atención al espejo, sino mantengan su corazón en la luz. No se escapen de sí mismos para acudir a Dios, y no se acerquen a Dios para escapar de sí mismos. Dios quiere que se presenten a sí mismos ante Él para que Él pueda elevarles y santificarles. No dejen que el mundo les empuje hacia Dios, sino más bien dejen que Dios les atraiga hacia Sí Mismo. No ennegrezcan con sus escritos las blancas páginas que habían redactado sus padres santos. La verdad es siempre la misma. Para que ustedes hablen acerca de Dios deben estar en el corazón de Dios; no se puede hablar de Dios estando fuera de Él. Y el Verbo se hizo carne no es un sonido que flota por el aire. Graben en sus mentes cada palabra que quieran decir, escúlpanla en su espíritu, y límenla en su corazón, tráiganla de su boca tal y como se coloca una piedra en su lugar correcto dentro de la obra. Y prescindan de la palabra que no edifique. No hablen a menos que sus palabras sean más profundas y elocuentes que su silencio.

No dejen que sus expresiones acerca de lo que está más allá de los mares les distraigan de navegar. Vayan en pos de la esencia, y distingan entre lo esencial y lo superficial de sus vidas, y entre lo fundamental y lo marginal, entre la parte central y la carcasa. En este mundo no se llena un cesto de agua ni una jarra de uvas, ni tampoco un tarro de higos: del mismo modo que usan ustedes las cosas de esta tierra para su propio servicio, aprendan a utilizar lo que es del cielo con sabiduría de Dios para su salvación y para la gloria de Dios.

Cada país posee su propia tierra y clima, tiene sus propias herramientas que se usan para arar y sembrar, y tiene plantas que allí florecen y dan fruto. No se pueden machacar las piedras con una pala de dientes, ni tampoco se puede arar la tierra con un mazo, ni cortar leña con un pico. Ni los cedros ni las encinas crecen en la arena de la costa, ni tampoco crecen plátanos y naranjos en las rocas de las montañas.  Lleven a cabo su trabajo con las herramientas que tienen en la mano, allí donde el Señor les haya plantado, florezcan y produzcan fruto. Si no están arraigados no pueden crecer.

Adapten la mente a la existencia, y no intenten acomodar la existencia a su mente. La existencia les precede y permanecerá después de que ustedes no estén. Es para ustedes suficiente tener tan solo el Espíritu, quien les trae hacia la armonía con Dios. Entenderán la profundidad del misterio de la existencia a través de la luz del eterno Espíritu que está en ustedes. No intenten comprender la verdad a través de sus sentidos, pues entonces les restringirán las limitaciones de éstos.

Sepan que sus sentidos existen para que ustedes puedan amar a través de ellos, y no para que ustedes los amen a ellos. Cuando aman a su vista comienzan a adorar a las criaturas que ven, olvidándose del Creador que está más allá de lo que perciben los ojos. Cuando aman a su oído, empiezan ustedes a amar las melodías y sonidos del mundo, olvidándose de oír la voz de Dios en el silencio que alcanza a los oídos. Y cuando aman a su nariz, comienzan ustedes a rendirse ante los perfumes del mundo, olvidando las flores de las praderas (origen del perfume) que Dios formó para el hombre a través de Su amor. Cuando aman ustedes a su sentido del gusto, quedan esclavizados por la comida y la bebida, olvidando la alimentación. Y al amar su sentido del tacto se convierten en esclavos de lo externo, olvidando lo interno. Vayan más allá de sus sentidos y no se ahoguen en ellos; vayan a través de ellos en pos de la verdad, tal y como el rayo de luz atraviesa el cristal.

Si endurecen sus sentidos se harán éstos más espesos, y los rayos de luz rebotarán de ellos como de un espejo, reflejando para ustedes las imágenes del mundo. No estén sumidos en sus sentidos, pues la alegría de éstos comenzará a engañarles; el verdadero gozo no es aquel que procede de los sentidos, sino que el gozo verdadero es el que va más allá de los sentidos y los supera, yendo hacia el centro de la luz, donde están ustedes sumidos en el corazón de Dios, donde ven Su luz y se funden en Su amor. Vayan más allá de sus sentidos y pasen más allá de sí mismos: entonces tocarán el borde de la luz. Siempre que quieran ustedes mirar hacia fuera, cierren los ojos y miren hacia dentro, y entonces comenzarán a ver más claramente las cosas; y cuando quieran oír, tápense los oídos y escuchen la voz interior; entonces empezarán a oír mejor. Guíen sus sentidos para glorificar a Dios, y no dejen que sus sentidos les lleven a glorificar a Sus criaturas. Amen hasta el punto del sacrificio: la sangre es la única tinta con la que se escribe el amor, y todo lo demás es tinta sobre papel. En Cristo todo hombre es una palabra en la boca de Dios, de modo que toda la humanidad se convierte en una canción de amor; y sea siempre la gloria de Dios.
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