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De los cinco mensajes restantes de las palabras de San Chárbel

9/7/2021

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San Chárbel
La vara del pastor se usa para guiar y proteger al rebaño de los lobos y las bestias del bosque; la vara del Buen Pastor permanece pegada a Su mano, aunque sea un cetro. El cayado de roble en la mano del buen pastor se hace como un cetro, y el cetro ornamentado permanece en su mano como cayado de roble.

El dedal lleno y la olla llena son parecidos: sea usted olla o dedal, lo importante es que esté lleno. Intenten estar siempre llenos, sea cual fuere su tamaño. No se distraigan con cosas externas; las cosas a su alrededor, delante de ustedes y detrás de ustedes son menos valiosas que aquellas cosas que están dentro de ustedes. La verdad siempre sale, mientras que el mundo se hunde. El mundo nunca les da, siempre les deja endeudados, solamente Dios da.

No pueden elevar a la gente más alto de donde estén ustedes. Pueden subir y arrastrarles a donde están ustedes, cuanto más suban, pueden atraer hacia ustedes a sus hermanos. Cristo les levanta cuando están elevados para que puedan levantar a sus hermanos, al ser ustedes levantados a través del poder de Cristo. Cuando ustedes son atraídos hacia Cristo atraen a la gente que les rodea.

No vendan sus almas en los mercados de este mundo; sus almas son muy valiosas. Sea cual fuere el intercambio de valor que les pague el mundo, seguirá siendo barato y bajo en comparación con su verdadera valía. No vendan sus almas porque el mundo no puede repagarles su precio, ya que su precio es la sangre de Cristo y fue completamente pagado en la Cruz. El reino de Dios no es una meta sino un sendero que pueden seguir dentro de sí mismos por el poder del Espíritu Santo, paso a paso, día a día, en los pequeños detalles que llenan los momentos de sus vidas, segundo tras segundo. La meditación es mirar a las cosas tal y como son, no como las imaginan en sus mentes, o como quieren que sean.

Aman a sus ideas sobre la otra persona, no a la persona misma, y odian a la idea que tienen sobre la persona, no a la persona en sí. Cuidado, no condenen y no permitan que penetren en su mente ideas preconcebidas ni juicios acerca de nadie. Los prejuicios son lentes de color que se colocan sobre los ojos; a través de ellas verán a cada persona según sea el color de las lentes, y no con el verdadero color de la persona. Pónganse en la cabeza la sabiduría de la naturaleza, en su corazón su belleza y en su espíritu el poder de su continua renovación.

Cuando cometan un error, reconózcanlo, manifiesten su falta, confiésenla y corríjanla cuanto puedan; reconocer un error y corregirlo les hace sentirse bien y no les rebaja. Corrijan lo que puedan corregir, y Dios recuperará lo que no puedan arreglar cuando a Él se lo confiesen, compensando por aquello que ustedes no puedan restaurar…

No justifiquen su error por sus buenas intenciones: las buenas intenciones no nos llevan al cielo; sus obras deben ser buenas al igual que sus intenciones; lo que cuenta es el fruto de sus esfuerzos y las consecuencias de sus palabras, no sus buenas intenciones. Las buenas intenciones son el argumento del ignorante; y la ignorancia se parece al sueño: uno no se percata de estar dormido hasta no despertar. Levanten a los que duermen, quienes al despertar comprenderán que dormían. No hablen con un durmiente ya que no les oye; despiértenle y después hablen con él.

Cuanto más aumente en el hombre la santidad, más deja de percatarse de ella, y cuando observa su propia santidad, ésta desaparece.

Dejen que dé vueltas en sus cabezas la palabra, igual que hace el que lanza una piedra la girándola con la honda, y no soltándola hasta estar seguro de estar apuntando al blanco. La palabra en sus bocas es como la piedra en la honda y una vez que la sueltan ustedes ya no la pueden recuperar. Si su palabra no va a dar en el blanco, no la lancen porque hará daño. Eviten pronunciar palabras que tengan varias explicaciones, usen palabras que tengan un solo sentido. Sean un buen ejemplo en vez de dar buenos consejos. Cuando vean una equivocación, corríjanla en silencio en lugar de criticar.

La piedra en el desierto bajo el sol, o en el río sumergida en el agua, o bañada en aroma, empapada de incienso o pintada de colores, seguirá siendo piedra. Solamente los escombros, las piedras, los guijarros y la arena vienen de la roca, y al ablandarse lo que da, como mucho, es solamente polvo. El ser un santo es algo completamente distinto que mostrar que lo que somos; lo uno es posible sin lo otro.

Distingan siempre entre sus deseos y sus necesidades; el hombre anhela muchas cosas que no le hacen falta, y necesita muchas cosas que no desea. La riqueza se mide según la falta de necesidades, no por la abundancia de posesiones. Todo lo que crean poseer en este mundo, realmente les posee a ustedes. Lo que crean que está bajo su dominio en este mundo, está realmente dominándoles a ustedes. Todas las cosas en este mundo sobre las que ejercen control les hacen socios del diablo. Ustedes existen en este mundo para dar y servir, no para poseer y dar órdenes.

Hay una gran diferencia entre participación y compromiso; vivan el compromiso en la iglesia, y no involucrándose con la comunidad. La dirección que uno toma es más importante que la velocidad adoptada. ¿De qué sirve la velocidad y la aceleración si la dirección está mal? No empiecen nada sobre la tierra si no termina en el cielo; y no caminen en un sendero sobre la tierra, que no conduzca hacia el cielo.

Sus cinco sentidos físicos están incompletos: lo completa el sentido espiritual. No se puede ser santo sin pasar por la humanidad. Las cosas que ocurren dentro de ustedes son mucho más importantes que las que ocurren en sus vidas.

Disciernan siempre entre la oportunidad y la tentación, pues el tratar de aprovechar una oportunidad es una buena iniciativa, pero el caer en tentación es una caída vertiginosa hacia el mal.

El pecado es como un veneno; cuando se peca, es como beber veneno; son ustedes quienes se envenenan, no importa cómo lo tomen o quien se lo dio. Cuando uno se envenena y muere, de nada sirve echarle la culpa a los demás.

El ignorante se aferra al polvo hasta que él mismo se convierte en polvo; el sabio y prudente se aferra al cielo hasta que lo alcance. El lugar al que usted se sujeta es al que pertenecerá.

Lo que entre en usted, y usted reciba, no es suyo; y lo que emane de usted y lo regale es suyo. Su opinión no reside en lo que recibe, sino en lo que emana de usted; lo que entra en usted no es parte suya, sino que lo que sale de usted es parte de usted. Por el poder del Espíritu, derivado de sus oraciones, transformen todo lo que entre en ustedes, y que no posean, en santidad que irradie de ustedes y que les convierta en propietarios de todo.

En el camino del Señor, si retroceden un paso, el diablo les hace retroceder diez; pero si avanzan un paso, el Señor les ayuda a avanzar cien más.

El que se pasa toda la vida sonando la campana de la Iglesia no será necesariamente el que entre en el cielo y salve su alma. Es mejor que escuche la campana de su conciencia cuando anuncie un pecado; muchos son los que hacen resonar la campana de la iglesia para no oír la de su conciencia.
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No coman hasta la saciedad, coman para calmar el apetito, pues el hombre sabe cuando no tiene hambre, pero no sabe cuando se ha saciado. El hombre jamás está satisfecho. El sabor de la castidad es más delicioso que el sabor del placer sexual. No es el vino el que embriaga al hombre, sino que es el hombre quien se embriaga.
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